Claves para la próxima semana
13.05.2022 14:00
Pobre del banquero central con el mandato de propiciar una desaceleración económica que no acabe en recesión. Las herramientas de política monetaria son instrumentos con desfases que duran meses. La presión política puede calentarse, las tendencias económicas no suelen estar claras en el momento y las previsiones requieren arte, ciencia y una pizca de suerte.
No es sorprendente que los aterrizajes económicos “duros” sean más comunes que los “blandos” cuando los bancos centrales aprietan. Su trabajo es algo así como traer un cohete de vuelta desde el espacio y colocarlo de pie sobre una lancha en medio del mar. Se puede hacer, pero no es fácil.
Hoy en día la cuestión no es seguramente si la Eurozona puede evitar una recesión, pues eso dependerá de los acontecimientos geopolíticos más que del Banco Central Europeo. Pero merece la pena preguntarse si la Reserva Federal estadounidense tiene alguna posibilidad de conseguirlo.
Los obstáculos son considerables. Los responsables de las políticas de la Fed quieren reducir radicalmente una inflación que se encuentra en su máximo en 40 años sin provocar que el desempleo salga de su situación actual, su mínimo en 50 años. En los mejores tiempos, esto sería una operación complicada. Pero la Fed, simultáneamente, está haciendo frente a fuerzas externas que podrían cambiar la perspectiva, incluyendo el crecimiento y los efectos inflacionarios de la política de cero covid en China y de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
Los pesimistas prefieren prepararse para lo peor, apuntando a una parte de la curva de tipos estadounidense que se ha invertido (señal previa a una recesión) y a un PIB estadounidense que ya se contrajo a principios de 2022.
Pero a esa perspectiva le falta contexto. En primer lugar, aunque se producen inversiones de la curva de tipos antes de las recesiones el plazo en que se producen suele ser mayor a un año. Y aunque la economía estadounidense se contrajo el pasado trimestre, esto se debió a que las importaciones crecieron más rápido que las exportaciones (lo cual, por ejemplo, difícilmente es una muestra de debilidad de la demanda doméstica). Notablemente, el gasto de los consumidores creció a su mayor ritmo desde el pasado verano – a pesar del brote de Ómicron, el final de los créditos fiscales por hijos y de los precios al alza en la gasolina.
Hay razones para pensar que la resiliencia de los consumidores estadounidenses puede continuar. Las perspectivas sobre el covid son las mejores que ha habido, pues implican que la gente puede salir y gastar este verano. Y tienen una gran potencia: los ahorros domésticos se encuentran aproximadamente en 4 billones de dólares por encima de los niveles prepandémicos. Esto puede implicar una cierta insensibilidad a los precios (pensemos en la inflación), pero podría ayudar a mantener la senda de crecimiento real y permitiría que la Fed redujese el exceso de demanda de trabajo sin incrementar el desempleo.
Claves para la próxima semana
La publicación de datos de esta semana ilustrará los retos que afrontan los responsables de la política monetaria. El lunes, las autoridades chinas publicarán datos sobre las inversiones en bienes inmuebles, producción industrial y ventas minoristas de abril. Las estimaciones de consenso apuntan a una ralentización generalizada al tomar peso los confinamientos en Shanghái y Pekín.
El martes podremos hacer una lectura preliminar del PIB japonés del primer trimestre, que los analistas estiman que se habrá acelerado al 5,8 % desde el 4,6 % a finales de 2021 (trimestralmente, anualizado). Al otro lado del mundo, Eurostat publicará la balanza comercial de la unión monetaria. En parte debido a los crecientes costes energéticos, el déficit comercial de la Eurozona alcanzó los 7.600 millones de euros en febrero, una cantidad que podría haber subido hasta los 125.300 millones de euros.
EE.UU. y Reino Unido estarán en el punto de mira en la segunda mitad de la semana. Desde una perspectiva estadounidense, obtendremos datos sobre las principales ventas minoristas (se espera que se aceleren), la producción industrial (se prevé que se ralentice) y las ventas de viviendas (en las que también se espera una ralentización). En Reino Unido tendremos datos sobre la inflación de precios al productor (se espera que se atenúen) y ventas minoristas (se prevé que se contraigan).
Factores técnicos
Pese al creciente pesimismo, condiciones de fuerte sobreventa y de cuatro semanas seguidas de fuga de inversión en renta variable, el S&P 500 atravesó el soporte mínimo de marzo de 2022. Como consecuencia, ha cubierto gran parte del espacio necesario para llegar a la definición de un mercado bajista (una caída del 20%).
En EE.UU., los índices de renta variable suelen cerrar en los mínimos del día, un indicativo de presión vendedora en la industria de inversión pasiva (ETF). Pero la negociación ha sido muy ordenada incluso en días de mucho volumen de ventas, con pocas muestras de pánico vendedor hasta ahora.
Mirando hacia adelante, un contexto duradero de mejoras en el mercado dependerá de diversos factores aún por resolver. Estos podrían incluir un vuelco en los precios de las materias primas, un dólar estadounidense más suave, un alejamiento de los temores a la inflación y la estabilización de los tipos de interés.
PD – Esta semana, nuestro agradecimiento especial va para nuestro técnico de mercados Steffen Schäfer.
Gráfico de la semana