La «realidad física» de la subordinación de la UE a EE.UU.: racionamiento, inflación, traiciones, desunión y crisis política
28.07.2022 18:07
En qué consiste el plan de la UE para reducir el consumo de gas ante el temor a un corte de suministro ruso (y cuáles son las disputadas excepciones)
No sabemos si la economía rusa fue aniquilada por el «botón nuclear» financiero en febrero ni si la cuenta atrás de la «bomba de relojería» bajo la economía rusa se ha activado ya o está próxima a hacerlo, pero, hoy en día, Rusia, no solo se mantiene impertérrita tanto en el teatro de operaciones como en la sala de negociaciones, los dos escenarios en los que resulta más difícil ocultar la «realidad física», sino que, a cada semana, sus pretensiones aumentan y se presentan más sólidas.
Por el contrario, tras el sexto paquete de medidas, impuesto el pasado 3 de junio, un día antes del apocalíptico titular sobre la bomba de relojería ya mencionado, Europa empezó a palidecer ante los rumores sobre un posible corte de gas. De hecho, hace solo unos días, el 15 de julio, tras el séptimo paquete de sanciones contra Rusia, cuya medida principal es la prohibición del oro ruso, la principal preocupación pasó a ser el racionamiento del gas.
Del colapso económico de Rusia al racionamiento en Europa
Por ello, las predicciones apocalípticas para Rusia han quedado en un segundo plano en las últimas semanas ante las discusiones en la Unión Europea sobre un plan de racionamiento de gas a nivel continental. Un plan que, tras unas negociaciones muy duras, establece unas restricciones del 15 % del gas para la mayoría de los países de Europa y de un 7 % para otros países como España o Portugal. Ya ven, del colapso económico ruso al racionamiento en Europa no parece que exista tanta distancia. Eso sí, no es un racionamiento, es un «chantaje de Putin», y el gas no es ruso. Sí, como lo oyen. Cosas de los diarios occidentales: «El chantaje de Putin con nuestro gas», ha titulado El País, el 28 de julio.
Por desgracia, si después de siete paquetes de sanciones contra Rusia, los periodistas consideran un «chantaje» que esta corte el gas a Europa, encontrarán sujetos más objetivos en la barra de un bar mientras se emite un partido de fútbol. Y si el gas ruso es «nuestro», es decir, europeo en lugar de ruso o nuestro porque sí, ya es para que vuelvan a buscar la objetividad a la barra del bar, pero de madrugada. Sobre todo, porque, a todo esto, Rusia todavía no ha cortado el gas a Europa.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Por desgracia, si después de siete paquetes de sanciones contra Rusia, los periodistas consideran un "chantaje" que esta corte el gas a Europa, encontrarán sujetos más objetivos en la barra de un bar mientras se emite un partido de fútbol.
En cualquier caso, no quiero ser agorero, pues es de suponer que todo esto está muy próximo a su fin, pues la bomba de relojería ya se ha activado y los botones nucleares ya se han apretado. El final feliz, como si de una película de Hollywood se tratara, está próximo.
Europa, enfrentada y resquebrajada por la «realidad física»
Más allá de si el final feliz de la bonita película occidental está próximo o no, lo cierto es que Europa aparece enfrentada y resquebrajada. Un ejemplo de ello lo encontramos en lo que hizo Hungría hace solo unos días, el pasado jueves 21 de julio, cuando envió a su ministro de asuntos exteriores, Peter Szijjártó, a negociar en Moscú con el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, un aumento adicional de 700 millones de metros cúbicos de gas al año. De ahí sale la reveladora frase escrita con anterioridad, que vale la pena volver a reproducir: «Uno puede soñar, uno puede soplar varios globos, pero la realidad física es la que es. Es imposible comprar tal cantidad de gas en Europa sin las fuentes rusas» —afirmó Szijjártó—.
Ciertamente, la «realidad física» es que Hungría ha escenificado una ruptura que ha desangrado la unidad europea, pues, antes fueron Italia y España, con posiciones antagónicas en cuanto a Marruecos y Argelia, en ambos casos por el gas. Y, se mire por donde se mire, la «realidad física» es que Europa depende del gas ruso y la independencia energética no solo tiene un coste muy caro, sino que es casi inviable a corto plazo. Aunque los barcos de Biden cargados de gas lleguen al Viejo Continente, para mayor lucro de Estados Unidos.
La crisis política
Pero no solo Italia y España se traicionaron con una competencia desleal impropia dentro de una comunidad que se autoproclama como unida, ya que Italia se ofreció como socio preferente a Argelia después de que España cambiara su posición estratégica en cuanto al Sáhara para satisfacer a Marruecos, sino que el gobierno italiano ha caído. Y no es una caída cualquiera, se trata de la tercera economía de la Unión Europea, tras Alemania y Francia —Reino Unido sería la segunda—.
Mientras, en España, la cuarta economía de la Unión Europea y la quinta de Europa, los sondeos electorales han situado por primera vez en años al Partido Popular, un partido dañado en profundidad por las sombras de corrupción, como claro vencedor en unas elecciones generales: el partido conservador ha pasado del 21 % de estimación de voto en febrero de este año al 30,1 % en este mismo mes, julio. Ha ganado un 50 % de estimación de voto.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
La crisis política europea es, por tanto, una "realidad física" escrita en los libros de historia que nuestros gobernantes y medios de comunicación obviaron de forma deliberada o negligente. Tanto da. Es imposible saber qué es peor.
Además, en Reino Unido, después de múltiples escándalos, Boris Johnson ha cedido a la presión y ha tenido que dimitir y, en Francia, Marine Le Pen llegó a superar el 40 % de voto en la segunda vuelta de las elecciones legislativas. Poco después, Emmanuel Macron perdió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional francesa, donde la izquierda consiguió el segundo lugar y la ultraderecha pudo formar grupo político propio. Y en Alemania, la situación no parece mejor y ya se habla abiertamente de crisis, austeridad y recesión.
La crisis política europea es, por tanto, una «realidad física». Una «realidad física» escrita en los libros de historia que nuestros gobernantes y medios de comunicación obviaron de forma deliberada o negligente. Tanto da. Porque es imposible saber qué es peor: que nuestros políticos, periodistas, analistas u opinadores no tengan ni idea de historia o que la ocultan. Elijan ustedes mismos entre susto o muerte.
Pero volvamos a la cuestión más relevante, a la verdadera «realidad física» de la crisis que afecta a millones de europeos: la expansión de la OTAN. De haber firmado un compromiso de no expansión de la OTAN, un puñetero papelito, Europa —ni los europeos ni el resto del planeta— no padecería la gran crisis que sufre, o, al menos, esta no sería tan acusada. Porque la «realidad física» es que la crisis que padece Europa es consecuencia, en buena medida, de la subordinación a Estados Unidos.
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