La tristeza del confinamiento deja paso a las quejas por los test de COVID en Shanghái
02.06.2022 10:09
Un sitio de pruebas de ácido nucleico en el distrito financiero de Lujiazui, después de que el confinamiento aplicado para frenar el brote de COVID-19 fuera levantado en Shanghái, China, 2 de junio de 2022. REUTERS/Aly Song
SHANGHÁI, 2 jun (Reuters) – Aunque el confinamiento por COVID, que duró dos meses, casi ha terminado en Shanghái, el alivio de sus residentes está dando paso rápidamente a la frustración de tener que hacer horas de cola para someterse a las pruebas del virus, ante la necesidad de mostrar resultados negativos para poder acceder a los espacios públicos.
El centro comercial y de negocios de China levantó el miércoles el confinamiento para la mayoría de sus 25 millones de residentes. Sin embargo, los ciudadanos tienen que demostrar que se han sometido a una prueba de COVID en las últimas 72 horas para poder entrar en zonas como centros comerciales y oficinas, o incluso para utilizar el metro y los autobuses.
Las autoridades han construido 15.000 lugares para realizar las pruebas y han formado a miles de trabajadores para realizar los frotis de garganta. Aun así, las largas y serpenteantes colas bajo un calor de principios de verano de hasta 31 grados centígrados se convirtieron en algo habitual el miércoles y el jueves, y algunas personas dijeron que habían hecho cola durante dos horas.
Una persona publicó una foto en las redes sociales de un cartel en un puesto que advertía de una espera de 4,5 horas. El ‘hashtag’ «Shanghai PCR testing» («pruebas PCR Shanghái») obtuvo 190 millones de visitas en la red social Weibo el jueves.
«Salí de la pesadilla del confinamiento sólo para entrar en la pesadilla de las pruebas de PCR de 72 horas», dijo una residente de Shanghái, que declinó proporcionar su nombre.
«Es molesto, pero no tenemos otra opción», dijo otro, llamado Xu Xiaojun. «Esto es por el bien de todos».
Otras ciudades chinas, como Pekín y Shenzhen, han impuesto requisitos similares en el marco de una política nacional de cero COVID que pretende cortar toda cadena de infección.
A pesar del profundo descontento suscitado por las estrictas restricciones de Shanghái —unos 2,5 millones de personas en la ciudad siguen aislados—, China ha prometido mantener su enfoque. Afirma que la política de cero COVID es necesaria para salvar vidas y evitar que su sistema sanitario se vea desbordado, incluso cuando gran parte del mundo intenta volver a la normalidad a pesar de las continuas infecciones.
Esto significa que las pruebas de COVID se están convirtiendo en un elemento de la vida cotidiana. El objetivo de China es que todos los habitantes de las grandes ciudades dispongan de centros de análisis a menos de 15 minutos a pie.
Aun así, muchos habitantes de Shanghái siguen con los nervios alterados ante la posibilidad de volver a estar encerrados.
El jueves, unos vídeos compartidos en las redes sociales mostraban a personas abandonando el lujoso centro comercial International Finance Centre (IFC), situado en el distrito financiero de Lujiazui de la ciudad, después de que se impidiera a la gente entrar o salir, una práctica habitual en los locales cuando se detecta un resultado positivo en las pruebas de COVID.
El centro comercial IFC, gestionado por Sun Hung Kai (HK:0086) Properties, emitió más tarde un comunicado en el que decía que había reabierto a las 12.30 p.m. hora local después de llevar a cabo una desinfección completa, sin confirmar si había habido un resultado positivo en la prueba de COVID en el lugar. El centro comercial no respondió a las llamadas en busca de más comentarios.
El periódico del gobernante Partido Comunista de China publicó también el jueves un comentario en el que afirmaba que la política de cero COVID es la más apropiada para la situación del país. También publicó un artículo en primera página en el que describía cómo Shanghái está volviendo a la normalidad.
«Se han conseguido grandes resultados graduales en la defensa de Shanghái».
(Informes de Brenda Goh, Andrew Galbraith, Winni Zhou, Zhang Yan y Engen Tham en Shanghai y Sophie Yu en Pekín; edición de Kenneth Maxwell; traducción de Flora Gómez)